#3 Siempre se vuelve a tomar cinco: Take five

Hay momentos en la vida individual, pero también colectiva, en que todo parece irse de madre. Como si un camino mil veces recorrido, se rompiera y tuviéramos que empezar a improvisar sobre la marcha. ¿Este trecho cruza hacia el otro lado? ¿Qué hay al otro lado? ¿Sigue habiendo lo mismo que hace un año? 
Son momentos en que lo predecible se vuelve impredecible y nos alertamos, nos ponemos ansiosos, dudamos seriamente de nuestros pensamientos y acciones. 
Si lo pensamos en la vida colectiva, vemos ese ciclo que comienza con la Primera Guerra y luego se acentúa con la Segunda. Ninguna tierra es segura, el orden ha cambiado, las acciones antes permitidas, ahora son prohibidas, etc. Pero a esa fase feroz de la humanidad le sobrevino la calma de los 50 y algo de los 60 que luego nuevamente fue sacudida definitivamente por los movimientos de los 70. 
Hay situaciones así en la vida indivudual: pensemos en alguien que se divorcia luego de décadas de matrimonio, en aquel que se cambia de trabajo, en esa persona que ve morir a alguien relevante, etc. 
Todos estos momentos individuales y colectivos pasan y luego se conquista (mas no sea provisoriamente) algo de orden, algo de paz, algo de estabilidad, pero curiosamente, ya nada es lo mismo, algo ha cambiado.
Es lo que se me ha venido a la cabeza luego de escuchar la versión en vivo de "Take five" ejecutada por David Brubeck y su banda en 1964. 
La canción parte con la batería sola tocando el ritmo de la misma. Se trata de una base simple pero efectiva pues nos da el marco dentro del cual se desenvolverá la obra. A poco andar se escucha el piano de Brubeck y el saxo ejecutando la conocida melodía. Ya tenemos tres bases para comprender la obra. Un orden claro. Una vez que se consolida, empiezan las improvisaciones. Parte el saxo de Paul Desmond (creador de la canción), quien transita elegantemente, pero sin más, su parte. Ello es modificado por la improvisación de Brubeck que comienza lento, como aprendiendo a tocar las teclas (se escucha al pianista murmullar su improvisación), pero inmediatamente pasa a una disonancia que introduce una suerte de duda que sobrevolará toda la ejecución del pianista. Es como si se tratara de una época de confusión, de idas y venidas que se acrecienta más y más hasta llegar a una parte donde el piano se exalta (con moderación) y se apaga. En una segunda parte de la ejecución Brubeck vuelve a balbucear pequeñas notas, se queda ahí, circula entre ellas, las hace crecer, las acompaña. Luego las ordena y las hace comparecer en staccato, una y otra vez, hasta apagarlas completamente dejándolas a la sombra de lo que fueron. Retoma ciertas notas graves que afirman la ejecución y que buscan darle la palabra a la batería.  
Pasamos a la improvisación de la batería que también parte delicadamente tocando un platillo, otro, un tomb, para terminar su parte tocando todo lo que encuentra una y otra vez, fuera de tiempo, fuera de sí, pero ajustándose a lo que vendrá: el orden que se impone cuando el mismo batería que ha demolido el tiempo, lo presenta como nuevo frente a nuestros ojos. Volvemos a la idea original desde cero: la batería, luego el piano y el saxo. La canción ha terminado.
Escuchar las improvisaciones de Brubeck y del batería Morello, es como si estuviéramos conversando con alguien en un restaurante repleto de público y nuestro interlocutor que parte la cena muy condescendiente, luego le empieza a incomodar la camisa, suda, se la saca, rompe algunos botones, nos sigue conversando, pero el ruido de los servicios de las mesas vecinas cesa y todos empiezan a mirarlo. Nos conversa agitadamente, luego calla, toma agua, se echa hacia atrás y hacia adelante, duda de lo que ha dicho, luego nos repite unas palabras en voz alta como si fueran balas de metralladora, buscando no nuestra aprobación si no que le sirvamos como bloc de nota, como diario de vida, para luego recomponerse, pedir disculpas, abrocharse uno a uno los botones, ofreciendo disculpas en todo momento y cuidando de abrocharse los de las mangas de la camisa. Se peina nuevamente y nos pone atención a lo que estábamos hablando. Hace esto último con una sonrisa inquietante en su rostro.

25:02 a 32:24.

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