#31 La política de la forma: Beethoven en la intimidad del espectador

En Las estaciones (1801) de Haydn se escuchan ranas croar y el cacareo de los gallos. Este compositor no quería incorporar aquello en su obra, pero se vio forzado a hacerlo por el barón que se la había encargado. El mismo Haydn diría luego que esos elementos de su oratorio eran "basura afrancesada". 

Beethoven, su pupilo, se burlaría de esos símbolos de lo pastoril, pero se vería enfrentado a su incorporación cuando empezó a crear la Sinfonía Nº6, llamada, Pastoral (1808). ¿Cómo retratar la dicha de Dios en la contemplación de la naturaleza? ¿Cómo representar la vida del campo, con sus sonidos propios, frente a los de la ciudad? ¿Será necesario poner a gallos a cacarear y a ranas a croar?

 Esas son las mismas preguntas que se hacen quienes publican arte político también. ¿Será necesario decir "a x lo mató la policía", "queremos la paz", "basta de matarnos"? O, por el contrario se puede producir música que sin un mensaje explícito, entregue uno implícito? Beethoven encontró una solución.

Para la época en que comienza a pensar en la Pastoral el género estaba saturado de gaitas, melodías populares, campesinos alegres, cantos de pájaros, tonalidades tranquilas, etc, que caracterizaban sobradamente lo que debía ser una pastoral. ¿Cómo desviarse del camino trazado y crear uno nuevo en el campo? Lo primero que hizo el nacido en Bonn fue establecer que cada movimiento sería una estampa de un día en el campo. Esto significaba representar un día de verano desde la mañana hasta la noche. Los viajeros van de la ciudad al campo y allí, mientras departen alegremente junto al arroyo, son sorprendidos por una tormenta breve que da paso a un sol alegre en el cual se observa la magnificencia de Dios. En la obra, por ende, deben primar los instrumentos de madera, dejando los bronces para la tormenta.

Allí ya tenemos la historia y los instrumentos, pero ¿cómo dar vida a ese ambiente? Kant planteaba que lo sublime visible de Dios no lo veíamos, pero aparecía en nuestro interior. De esa forma, había que generar en el espectador la impresión de naturaleza, no desde afuera hacia dentro (ranas, gallos, etc), sino en el interior. Para ello había que generar escenas y sentimientos amplios, esto es, una atmósfera. La cuestión no era pintar imágenes, sino llevar al oyente a una exaltación íntima que lo conectara con un conocimiento previo. 

Beethoven plasmó una visión del mundo, de la naturaleza... con sólo algunas imágenes. Lo dice Beethoven: "Se deja que el oyente descubra la situación... Sin descripciones, el conjunto será percibido más como sentimiento que como pintura con sonidos...Quien sea sensible a cualquier idea sobre la vida en el campo descubrirá por sí mismo las intenciones del autor...Toda pintura sonora en la música instrumental pierde su fuerza si es llevada demasiado lejos" (Swafford: 2017: 778), lo que equivale a decir que la sobrerepresentación hace perder fuerza a las imágenes. Se trata de que los sentimientos superen a las imágenes. 

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